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El episodio se refiere a la oración pronunciada por el Papa León III:

"Dei non hominum est episcopos iudicare",

es decir, los obispos solo pueden ser juzgados por Dios.

Dado que el rostro del Papa es siempre el de León X,
el paralelo es con la confirmación, que tuvo lugar en 1516,
de la Bula de Bonifacio VIII, que en 1300 estableció
que solo Dios puede juzgar el pontifice.

 
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